¿Es cierto que una imagen vale más que mil palabras? ¿O que lo atractivo vende? Puede que esto siempre haya sido así, pero, últimamente, es el condicionante que puede hacer que tu producto se posicione por encima del resto, o que caiga en el olvido. Es posible que no seas consciente de ello, pero las decisiones que tomas a diario se ven condicionadas por dos términos: diseño gráfico y marketing de contenidos.
Una vida condicionada
Es importante analizar cómo empieza un día para la mayoría de personas. Con la alarma del teléfono móvil, y acto seguido con un repaso de sus perfiles de redes sociales. Gestos sencillos que no van más allá, ¿verdad?
Lo cierto es que la sucesión de imágenes que pasan ante los ojos durante este ritual matutino, influirán en el resto del día. Tal vez cambias la forma de vestir porque has visto una foto que te ha inspirado, y apuestas por una combinación de colores diferentes. O te preparas una hamburguesa para cenar, ya que has visto un foto de queso fundido en un anuncio que te ha hecho la boca agua.
Todas y cada una de las imágenes que pasan a diario ante nuestros ojos son el resultado de una planificación estratégica en la que intervienen el diseño gráfico y el marketing de contenidos. Ambos conviven y son necesarios para que la presentación en sociedad de un producto o servicio sea atractiva, efectiva y perdure en el tiempo.
Vale pero, qué es el diseño gráfico y cómo lo definimos. De primeras, se piensa en colores, imágenes y tipografías, pero la realidad es que implica algo más. Se puede decir que el diseño gráfico es todo aquello que conforma un proyecto, y que tiene como objetivo llamar la atención de los sentidos. Y de los usuarios, en general.
¿Qué tiene que ver esto con el marketing de contenidos?
De nada sirve una buena estrategia de marketing si la imagen final que llega a los usuarios es mediocre. No importa lo bueno que sea tu contenido si no lo vas a presentar de una manera atractiva, si la cara visible de todo este largo proceso no tiene lo necesario para diferenciarse y perdurar. En definitiva, si aquello que vemos no tiene ALMA.